El que no cuida su costa, a pedir se queda



Pérdida de Costa

La belleza de la mar también son las costas,
esa placidez donde se recuestan las olas
que parecen entregar su nostalgia al abrazo telúrico.
Las costas sufren hoy
por los efectos del cambio climático global.
El incremento del nivel de la mar,
producto de esos cambios,
va venciendo su milenaria resistencia.

La pérdida de tierra por erosión
se refleja con mayor fuerza en centros urbanos, instalaciones turísticas y humedales. Este crimen ecológico viene mermando nuestras costas,
sólo para complacer la ambición mercantilista de unos pocos
que se colocan de espaldas a la naturaleza,
motivados por los deseos de ganancias.

En una tierra de gracia como Margarita y Coche,
tierra de mar y de costas,
tierra de tantas querencias,
sobran los funcionarios que en lugar de proteger a la naturaleza marina
otorgan privilegios para los inversionistas foráneos,
exoneran impuestos y hasta entregan derechos a perpetuidad
como parte de un paquete para que se instalen y destruyan esa naturaleza.

La riqueza de nuestras costas se desvanecen.
La mano del hombre en su afán de sumar riquezas la agrede.
Moles de concreto sustituyen a la placidez de la arena.
Nuestras costas se convierten en una mera ecuación matemática:
tantas divisas, tantas camas, tantos empleos directos,
tantos deportes de playa, tantas unidades de inventario,
tanto bajan los costos.
Es la riqueza de la naturaleza
manos de manos foráneas
que buscan convertir al agua en oro,
al viento en oro, a la tierra en oro.

DEMO

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